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Daniel es un chico homosexual al que le cuesta relacionarse, a pesar de que es dependiente en una panadería de un barrio malagueño. Clara se maldice cada día ante el espejo de su habitación debido a su extrema delgadez y ha aprendido que tiene que ser buena. Ambos tienen mucho en común: la soledad, el desamparo y la desesperación se conjugan desde que eran niños en sus cuerpos ávidos de afecto. El deseo de ser queridos a cualquier precio les llevará a autoengañarse y a aceptar la violencia, el sufrimiento y los malos tratos como parte de una vida cuyo mapa completo no alcanzan a comprender. Descubrirán que las personas nos acostumbramos a todo, incluso a vivir en un infierno, con tal de obtener unas migajas de algo parecido al amor.