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María Eva Duarte de Perón fue endiosada por gran parte de la población argentina, hasta ser convertida en Evita, La abanderada de los humildes. Otra parte de la sociedad la denostaba y la atacaba sin descanso ni piedad.Evita les resultaba molesta, agraviante y peligrosa, también para algunos miembros del propio gobierno peronista. Su encendido discurso provocaba irritación y temor en esos sectores y en el gobierno de la gran potencia del Norte.Furiosos antiperonistas y agentes de una agencia de inteligencia extranjera llegaron a la conclusión y coincidieron en que esa mujer debía ser desactivada definitivamente. Pero no debía desaparecer con una acción manifiesta y violenta, porque se temía que eso pudiera provocar una guerra civil.Sería la ciencia médica la que les proporcionaría una salida sigilosa y natural. Pero Evita sentía rechazo por los médicos y desconfiaba y temía a los medicamentos, excepto cuando se trataba de sus descamisados. La solución llegaría merced a una decisión del propio gobierno.Sobre la base del comportamiento, el carácter y las reacciones de la víctima, fue preparada con frialdad y profesionalismo la trampa que debía resultar mortal.Evita, fiel a sus convicciones, poniendo de manifiesto la lealtad con sus cabecitas y sin ser consciente del peligro que se cernía sobre ella, accedió a ser «ejecutada».