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Llegué a México a finales de los años noventa, con vértigo de futuro y la certeza de que en mi vida todo estaba por crearse. Los comienzos fueron duros e ingenuos. Desfallecía ante la extrañeza, la necesidad de comparación y búsqueda de analogías, sobre todo lingüísticas, para comprender situaciones. No obstante, me fui dando cuenta de que todo plan en México se deshace. El tiempo funciona de otro modo, el tiempo mexicano fluye a un ritmo diferente. Todo lo que espe- ras sucede, pero sin urgencias. Una vez que pude superar la impotencia de que las cosas tardaran más de lo debido por un rigor diferente al que tenía por costumbre, pude entender y disfrutar de otro lugar para las cosas. En estos relatos el amor transcurre en sus diferentes formas y manifestaciones. El amor enlaza la mayoría de los relatos en su sentido intenso, cruel, absolutamente humano y en una orilla muy lejana del romanticismo. (María del Carmen Herrera)